México necesita un líder
CIUDAD VICTORIA, (ASI).— El grado de irritación social que se expresa en las calles hasta con violencia, con motivo del mega-gasolinazo, espontáneo o inducido, ha creado una animadversión contra el Presidente de la República, que no ha podido ser contenida por sus operadores mediáticos, dañando grandemente su imagen al grado de que se habla abiertamente de la posibilidad de su salida del gobierno.
Esto es una crisis. Los recientes huéspedes titulares de Los Pinos no han escapado a escándalos trepidantes, pero ninguno como Enrique Peña Nieto, porque se han combinado en su caso factores diversos que lo hacen aparecer, al mismo tiempo, como inepto, negligente, ignorante, pusilánime, corrupto.
Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), tuvo un repudio popular generalizado en 1968, pero por la mano dura empleada para a sofocar una rebelión estudiantil. Nunca se le acusó de ser corrupto.
José López Portillo (1976-1982) se caracterizó por ser un Presidente frívolo, melo-dramático, dominado por la mamá y la hermana, seducido por mujeres hermosas, formidables, despampanantes.
JOLOPO le pidió a los mexicanos de su época, aprender a administrar la abundancia, y terminó llorando en la más alta tribuna de la patria, pidiendo perdón a los pobres por no haberlos podido redimir.
Prometió defender el peso como un perro, pero encontró refugio en una mansión construida en una colina, entre otras costosas donaciones que aceptó con pena y todo.
Por supuesto, todo el mundo hablaba de despilfarros y excesos cometidos al amparo del poder federal y se insinuaba corrupción en las carteleras del teatro de comedia, con títulos como “Detengan a López por Pillo”.
También es famosa la frase acuñada en ese sexenio: no pago para que me peguen, dedicada por López Portillo a su primo Julio Scherer García, director de la revista Proceso.
México no ha tenido, sin embargo, en su época moderna, un episodio político traumático de confrontación política de alto nivel que trastoque el estado de cosas, como lo fueron la renuncia inducida del Presidente Pascual Ortiz Rubio, en 1932, o la expulsión del país, del Jefe Máximo de la Revolución Mexicana, Plutarco Elías Calles, en 1936, ordenada por el Presidente Lázaro Cárdenas del Río.
(Los asesinatos del Presidente electo Alvaro Obregón (1928) y del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio (1994) produjeron conmoción pero no trastornaron la vida nacional).
Ha habido rencillas presidenciales recientes pero de poca monta, sin consecuencias notables. López Portillo quiso deshacerse de su amigo y antecesor en Los Pinos en 1977, Luis Echeverría, para que cesara de pretender intervenir en el manejo de los asuntos presidenciales.
Se le ocurrió nombrarlo Embajador en las Islas Fiji, pero para disimular el exilio implícito, consiguió que Gustavo Díaz Ordaz, otro ex Presidente, aceptara en la misma ocasión y a regañadientes, ser embajador en España.
El teatro se vino abajo cuando Díaz Ordaz renunció apenas once días después de haber presentado sus cartas credenciales al Rey Juan Carlos, regresando intempestivamente a México sin siquiera despedirse del monarca.
Adujo Díaz Ordaz como causal de su renuncia, una enfermedad en los ojos. Los caricaturistas se dieron vuelo con el tema, pues le inventaron la frase de que se quejaba de ver dos Presidentes, un sarcasmo que aludía a la leyenda urbana de que Echeverría encarnaba un moderno Maximato.
(Unos años adelante, cuando López Portillo entregó el cargo a Miguel de la Madrid y la clase política lo hizo perro del mal, publicó en un desplegado periodístico un elegante reproche que hizo trizas a Echeverría con una sola pregunta: “¿Tú también, Luis?”).
Pero esas eran bromas estudiantiles, cosas de niños. Hoy, es real la posibilidad de que Enrique Peña Nieto siga los pasos de Pascual Ortiz Rubio o algo peor, que sea expulsado no del país, sino del poder, por la fuerza de los fusiles.
Ortiz Rubio (1930-1932) era motejado entonces como El Nopal, por baboso. Era una broma grosera, brutal, pero aceptada con cínica resignación porque el poder tras el trono lo era Plutarco Elías Calles, quien dispuso que fuera él el Presidente, por ser fácil de manipular, de manejar, de inducir.
Algo hubo sin embargo, que descompuso las cosas desde el principio, pues don Pascual fue baleado el mismo día de su toma de posesión y duró un año en convalecencia, dejando en otros el manejo de la Presidencia.
Dos años después, Ortiz Rubio cedió a las presiones del Congreso de la Unión, de su propio Gabinete, de los Gobernadores y el mismo Plutarco Elías Calles, y renunció al cargo. Murió en 1963.
Cuatro años después, 1936, siendo Presidente de la República Lázaro Cárdenas del Río, Elías Calles fue echado del país, por pretender seguir influyendo en las decisiones del jefe del poder ejecutivo federal.
Hoy en día, Enrique Peña Nieto tiene perdido el rumbo de su gobierno. Hasta sus aliados del Pacto por México lo están abandonando y es incierto el desenlace de esta crisis de gobierno que lo zarandea.
El problema del Presidente es que perdió credibilidad, el principal atributo de un servidor público. Simplemente, la gente no le cree sus declaraciones, porque lo intuyen falso, doble, hipócrita, insincero, embaucador.
El tema del mega-gasolinazo es ilustrativo.
Peña Nieto y sus asesores cometieron un error de cálculo que los tiene al borde del desastre. Agotada la capacidad crediticia internacional del gobierno (ya no le prestan dinero porque debe más de lo que puede pagar), optaron en Los Pinos por recargarle todas las pulgas al mismo perro.
PEMEX dejó hace tiempo de ser la caja grande del gobierno, pues más de la mitad de sus utilidades se las quitaba Hacienda en la modalidad de impuestos. Ya no, porque PEMEX está en liquidación.
Buscan Peña Nieto y sus asesores una salida desesperada que les permita apaciguar la iracundia nacional por el mega-gasolinazo, pero sin dejar de aumentar la percepción tributaria. Mamar y seguir dando topes, en lenguaje coloquial.
Veremos hasta donde pueden estirar la liga, sin que les truene en las manos.
En otros temas, la unidad operativa de la dirección municipal de Protección Civil de Matamoros a cargo de Gustavo Amador Flores, acudió en auxilio de más de 200 personas, del viernes al domingo, por encontrarse en riesgo de sufrir las consecuencias de las bajas temperaturas.
Muchas personas fueron llevadas a la Alberca Chávez donde funciona un albergue provisional, y otras muchas se atendieron en las calles pues no aceptaron el abrigo de un techo.
El presidente municipal de Matamoros Jesús de la Garza Díaz del Guante ordenó darle difusión a las recomendaciones básicas para la auto-protección en los hogares, no sólo en el suficiente abrigo, sino en manejar con precaución los calentadores, hogueras y braseros.
Protección Civil mantiene la actitud vigilante hasta que cese el mal clima, producto del frente frío número 20. El gobierno de Matamoros distribuyó 100 cobertores en Higuerillas, y más de 50 a familias que no quisieron dejar sus casas de la playa.
En Ciudad Victoria, el presidente municipal Oscar Almaraz Smer anunció un nuevo modelo de recolección de basura que le regresará su título de Ciudad Limpia, Ciudad Amable. Lo hizo en el marco de los primeros 100 días de gobierno.
Ofreció el jefe de la comuna de la capital de Tamaulipas, que él y sus colaboradores, en el DIF y en la COMAPA, seguirán trabajando con energía y sin descanso, para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
Agregó el licenciado Almaraz Smer, que quedaron atrás los discursos y las promesas, porque la gente sólo acepta hechos y respuestas, y el Ayuntamiento tiene la voluntad política de seguirles cumpliendo.
Agradeció Oscar el apoyo y la colaboración del Gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, del gobierno de la República y de los propios vecinos, porque ello facilita ir más rápido por las soluciones a los problemas de la comunidad.
Correo electrónico: albertoguerra65@hotmail.com
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